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The Seal of Orichalcos -
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Ya desde su nacimiento, se sabía que el más pequeño de los Moonblast sería alguien extraño, distinto a todo aquel universo que le rodeaba, apenas sí manteniendo alguna similitud con algunos pocos "elegidos", así como lo llamaba él. ¿Que por qué? Bueno, una de sus mayores características es una Thaumalea en grado máximo, pese a que a algunos se les permita hacer magia -aunque fuese en su contra- la conexión con el éther de este muchacho es tal que es incapaz de realizar conjuro alguno, como si de un "muggle" se tratase. Sin embargo, esto no es lo único característico de él, al fin y al cabo, aquellos que portan la Thaumalea no es quieran hacer mucha magia que digamos. No, no, sino que… Digamos que la magia en él se manifiesta de una forma tan caótica que sufre de una maldición por así mencionarlo. Siempre que una manifestación de la misma se realice, sus ojos se volverán brillantes y comenzará a sentir un leve calor en los mismos, algo incómodo, como si fuera una alergia, además… En algunas ocasiones, esta alteración del flujo del éther le hace tener visiones.

Cosas como éstas le hicieron crecer en un ambiente más hostil y marginado de lo normal, al fin y al cabo, se trataba del bicho raro que no podía hacer magia. ¿Y si aquello se contagiaba…? Sin embargo, cual ave fénix, se levantaba tras cada caída en su paso y resurgía más y más fuerte, haciéndose un hueco en la sociedad. Pronto, aprendió el oficio de su padre: La herrería, aunque apenas a nivel principante, era una de sus grandes aficiones como con la medicina: Su gran sueño no cumplido. Al fin y al cabo, teniendo tal enfermedad… ¿Cómo no querer estudiarla? ¿Cómo no querer saber cómo se propagaba, el por qué o a quiénes? ¡Sería hasta casi una incongruencia!
Llegados a los dieciséis años, las visiones comenzaban a hacerse más frecuentes y las voces que le hablaban -cuales interpretaba como la voz de la diosa de la profecía-, cada vez creaban una obsesión por la diosa a la que siempre adoró, así como haciendo crecer una enorme ansias por saber más sobre aquel dragón negro que había visto bailar varias veces en la lejanía, oculto a la vista de los demás... "Él volverá cuando el destino se cumpla... El dragón negro solamente lo espera para su resurgir." Siempre repitió y siempre lo hará, completamente convencido de ello.

Por parte de su madre, aprendió el arte de la espada que tenía en el Dojo, sin embargo, esto no fue hasta que llegados sus veinte años, un ataque de algunos cabrones atacaron el susodicho, quemándolo y reduciéndolo a meras cenizas, un recuerdo eterno cuyo cuerpo físico caería en el olvido, dejando como único rastro una antigua katana que ahora llevaría por doquier Roderick.

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